María Florencia Caro
Especial para EL POPULAR
Abel Pintos es, dentro de la música argentina, un artista muy particular. Y aún más dentro del folklore. Sus discos, su vestuario, sus conciertos, pueden dar fe de ello. Y cuando su garganta susurró las primeras notas de "Solo", el grito fue ensordecedor. Alrededor de 700 personas -no sólo olavarrienses- asistieron al show de esta promesa consolidada hace tiempo en la escena artística nacional.
De inmediato llegó el clásico de León Gieco, "Halleluja" y la platea dejó claro entonces que había llegado preparada para cantar. Abel presentó -por segunda vez en nuestra ciudad- las canciones de su último disco "Reevolución", que lleva casi un año y medio en la calle. No dejó afuera ni una canción de la placa y fueron las más esperadas: "Aventura" (bachata que grabó con Marcela Morelo), "No me olvides" (corte de difusión del disco) y "Flores en el río" (bellísima zamba de su autoría).
Estaba vestido -prolijísimo- con pantalón de vestir y camisa, además de un chaleco y un sombrero que después abandonó con el cambio de rumbo del show. Es que al finalizar el recorrido por el último material discográfico el joven bahiense no podía obviar aquellas exitosas canciones que lo consolidaron como autor. Así, de a una y entre ovaciones, fueron llegando "La llave", "Todo está en vos", "Filosofía viajera" y "Tiempo", una canción con una potencia verdaderamente notable.
Abel Federico Pintos nació en Ingeniero White, Bahía Blanca. Nació (musicalmente hablando) en cuna de oro. Es que a los 13 años ya había editado un disco, "Para cantar he nacido". Por esos años sus maestros en la canción y en la vida fueron Mercedes Sosa, León Gieco y Víctor Heredia, por mencionar sólo a los más destacados.
En 1999 y 2000 grabó "Todos los días un poco" y "Cosas del corazón", respectivamente. Y llegaría, en 2004, el punto de inflexión en su carrera. El pasaje hacia el gran reconocimiento. Con su CD "Sentidos" demostró que quería, y podía componer. Y que, además, estaba dispuesto a arriesgarse entero por sus canciones. Y así lo hizo. Y este artista que explotó a la par de Soledad, Los Nocheros y Luciano Pereyra, allá por los ´90, apostó por una faceta que lo diferenció de éstos: cantar sus propias canciones. Nada tan sencillo, ni tan arriesgado como eso. Llegaron, bajo esa línea, los discos "Reflejo real" (2005), "La llave" (2007) y finalmente "Reevolución".
Sin dudas, cantar temas propios brinda -como ninguna otra canción- la invalorable herramienta de transmitir, y eso es lo que genera Abel: transmite emociones, diversas, a veces encontradas, en ocasiones nostálgicas y románticas. Y en ese vaivén es que el artista nos va llevando a recorrer su mundo, su vida, lo que muestran sus propias canciones. Las que hablan de su corazón.
Abel bailó a más no poder -a pesar de bromear con su mal paso- y dejó todo sobre el escenario, desde el rock más pesado, coqueteando con la cumbia, hasta llegar a darse -y darle al público- el lujo de sentir la versión a capella de "El antigal", versión de una canción popular de Ariel Petrocelli y Daniel Toro que le dio la consagración en Cosquín. Y dejó claro que tiene por delante mucho más para darle a la música argentina.